El discurso de Gus Olson, Defensor del pueblo, preparado para la elección anual de supervisor es un holodisco en Fallout: New Vegas.
Localización[]
Se puede recoger como una holocinta en el podio de oradores de la sala de reuniones que está justo debajo del terminal de atrio en el nivel inferior del Refugio 11. También se puede leer como una entrada de terminal en un terminal del atrio.
Transcripción[]
Discurso de Gus Olson, Defensor del pueblo, preparado para la elección anual de supervisor
Buenas tardes. Como cada año, el Defensor del pueblo tiene la responsabilidad no solo de presidir la elección, sino de hacer una crónica relatada, con la esperanza de que, una vez que el supervisor anterior haya cumplido su período y se haya encaminado hacia la muerte en la cámara situada bajo su oficina y el refugio haya quedado en calma, algún día un excavador humano, o tal vez de una raza superior todavía desconocida, encuentre nuestros registros y los incorpore a los libros de Historia.
Pero últimamente se me ha ocurrido que esa no es la auténtica razón. Creo que en realidad lo hacemos porque queremos creer que en algún lugar de los archivos hay una respuesta para todo esto, o quizás la habrá cuando los registros cronológicos estén completos y se haya contado toda la historia. Queremos que tenga algún sentido. Para entender por qué la unidad central del refugio nos asesinará si no le ofrecemos anualmente el sacrificio de uno de los nuestros. Para comprender por qué seguimos celebrando estas elecciones a pesar de la desbocada corrupción que las domina. Hubo un tiempo más sencillo en el que las elecciones implicaban estrechar manos y besar bebés. Pero ahora, con el aumento de los bloques electorales y esta plaga de sobornos, tráfico de drogas, contrabando y Dios sabe qué más, queremos saber por qué.
Pues bien, he examinado los archivos y os puedo decir que ahí no encontraréis la respuesta. Encontraréis la narración del primer supervisor, que entró en el refugio como único ciudadano que conocía los sacrificios que habrían de tener lugar. Pero él tampoco tenía las respuestas. En caso contrario, habría previsto la ira de los ciudadanos cuando desveló la noticia. Seguramente habría adivinado que querrían elegir el sacrificio democráticamente, de la forma en que nosotros, ciudadanos, solemos lavarnos las manos ante hechos terribles, y que su nombre estaría el primero en los sondeos, y que la vacante simultánea de supervisor y mártir unificaría para siempre las dos posturas aquí, en el refugio 11. Pero no lo sabía. Él no tenía más respuestas que nosotros, y los registros constatan que cuando los ciudadanos descubrieron que la contraseña de la cámara de sacrificios era el nombre de su esposa Betty, y que la puerta no estaba sellada y él podría ser el primero al que se entregara en sacrificio, entró en esa sala llorando como un niño.
Me pregunto entonces si no hay respuesta que buscar, y si seguimos haciendo esto porque no tenemos otra elección. Sin embargo, aún conservo la esperanza de que encontremos una. Os insto a todos a que toméis el camino que yo he tomado, para recordar que no hace tanto tiempo que nos gobernábamos con civismo y dignidad, y que en aquellos tiempos no teníamos que estar tan avergonzados. Gracias.
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